jueves, 1 de octubre de 2009

UN RELATO



Hola, soy Jorge, un profesor universitario de 40 años que, sin saber cómo, se ha visto seducido por una alumna de su clase a la que doy clases particulares. Mis clases fueron mucho más que matemáticas: desvirgué a mi alumna por delante y por detrás y la enseñé a hacer una buena mamada... ¿Quiéres que te cuente mi história? Déjame que te de clases particulares..., no seas mala". Tengo 40 años cumplidos y 16 de casado, sin hijos porque según el médico no puedo embarazar a nadie, soy estéril.


El caso es que una de mis alumnas ha cumplido recientemente los 18 años (soy profesor de primer curso de universidad) y empezó desde hace un mes a acercarse a mí de manera muy coqueta, cuando en ocasiones estuvimos solos, alejados de la vista de las otras compañeras. Ella es de tez morena y muy delgadita. Sus labios son carnosos y sus ojos negros me matan, como su pelo negro lacio azulado que le llega a los hombros.



Hace una semana, mientras llovía en mi ciudad, era poco antes de la noche, cuando pasé por casa de esta alumna, a la que doy clases particulares. Ella estaba sola y estudiaba primer curso de Matemáticas en la universidad (la clase que yo imparto). Se trata de un centro religioso, aunque yo no soy sacerdote, por lo que las alumnas van bastante recatadas en el vestir.

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Cuando abrió la puerta me dedicó la mejor de sus sonrisas. Sus labios siempre me vuelven loco y había tenido fantasías nocturnas con ellos, pero en la realidad nunca intenté nada por mi iniciativa.



-Pasa profe, y ayúdame con los estudios mientras viene papi, que se está retrasando y llegará en una hora.- me dijo y me tomó de la mano apretándola. Se sentía en ella un sudor helado de nerviosismo.



Me llevó directo a su cuarto adornado con fotos de cantantes de moda y me sentó a su lado en su propia cama para enseñarme sus libros. Su falda a cuadros de uniforme universitario estaba subido por arriba de sus rodillas para mayor comodidad y su blusa tenía los botones superiores abiertos y se veían, sin sostén, sus pechitos morenitos con pezones evidentemente erectos.



Me sentí mareado, pero no dije nada. Ví los libros y quise leerlos, pero su mano se posó sobre mi pierna izquierda, por donde descansaba mi verga que es muy grande, debo decirlo, y eso me ha provocado muchos problemas en mi vida. Tuve una gran erección al instante y ella la notó.





Su dedo meñique sudado tocó la enorme punta de mi nabo que estaba por explotar y ya no hubo necesidad de iniciativas. Le tomé la mano y la puse sobre el glande de mi pollón y ella empezó a acariciarlo y cerró sus ojos negros. La besé en la boca y le introduje la lengua mientras ella aceleraba la caricia en mi pene. Me estaba haciendo una buena paja.



El suceso me turbó tanto que he olvidado algunas partes. Recuerdo que ya estábamos desnudos y yo la besaba mientras me echaba encima de su cuerpecito, muy delgadito, morenito, apenas con vello en su pubis, pero bien delineado, como de modelo, aunque sus caderas bastante estrechas aún por la edad.



Hubo juego de manos y le mamé su coñito 5 minutos hasta vibró y se tensó en un largo orgasmo. Lloró abiertamente y pensé que todo terminaba, pero ella misma me tomó del brazo cuando quise abandonar la cama y me dijo:



-'Házmelo, méteme esa gran polla que tienes entre las piernas'.





Me volví una bestia, la tomé del pelo y la agarré con rabia sexual. No podía aguantar más, la polla me iba a reventar. Se la intenté meter de golpe y se le llenaron los ojos de lágrimas de lo grande que tengo el nabo.



Ella seguía llorando, pero pidiendo más, entonces decidí penetrarla entera. Busqué una crema de manos que estaba cerca y se la unté en sus labios vaginales. Luego le empecé a introducir mi enorme verga. Es muy grande y cabezona y creí que no entraría. Ella gritó alto y sin tapujos y se le bañó de lágrimas el rostro, pero eso me dio más ganas y le metí todo el bate dentro de su coñito, donde algo sonó como tela de plástico reventada y sentí un líquido caliente sobre mi pene. Era sangre, bastante sangre.



Creo que la punta de mi pene le estaba entrando hasta en el útero, porque ella lloraba de dolor de verdad y se retorcía, mientras yo la trataba de mantener inmóvil oliéndole el pelo con furia como un animal. Cuando quiso sacar mi pene de su vagina, la penetré , más despacio pero sin parar.



Entré y salí como 30 veces, cada vez más profundo hasta que ya no podía más y temí terminar en su interior. Entonces decidí darle la vuelta. La sangre manchaba la sobrecama blanca, pero de nuevo unté crema, esta vez en el huequito blanquecino de su ano. Ella es morenita, pero el culito lo tiene blanquecino, no se por qué. Puse la punta de mi verga en su hueco mientras le agarraba hacia atrás su cabellera.





Empezó a entrar con dificultad, pero al final su ano se abrió a mi verga. Sus nalgas son delgaditas y apenas protegen el hoyito en el centro. Entonces le abrí las nalguitas con una mano y le dejé ir todo mi sable dentro del culo. Logré meter todo mi tubo en ella y estuve yendo y viniendo con furia hasta que creía que se había desmayado del dolor, porque dejó de gritar y de morder la almohada y se quedó toda floja. Mi verga estaba toda adentro de su ano y un hilito de sangre resbalaba por uno de sus glúteos tan flaquitos. Así estuve descansando hasta que ella se reanimó un poco, pero no se movía mucho porque decía que le había gustado tanto que estaba en la gloria.



Mi alumna dio un suspiro hondo cuando por fin saqué mi enorme verga de su culo y estaba más grande y roja que de costumbre. Aún no había echado mi leche que tenía regada debido a tres semanas sin sexo. Sofiita la vio y me dijo:



-'Tío, ahora ni sentarme voy a poder. Me has dejado toda abierta'.



-'Así te he hecho una mujer'- le dije con cierta brutalidad.



Entonces la agarré y le puse la cara sobre mi pene, mientras la obligaba a arrodillarse en la cama y a lamer. Empezó como con mordiscos y le fui diciendo cómo tenía que hacerlo. Cuando tocaba mi verga con los dientes le daba un golpe en la cabeza. Aprendió rápido 'Como una piruleta', le dije, y empezó a hacerme la mamada de mi vida.





Cuando estaba a punto de reventar, la cogí del pelo sin miramientos y la tendí sobre la cama boca arriba. Me senté sobre su pecho sin dejarle ir mi peso (soy recio aunque no alto) y le metí la cabeza de mi verga en su boca. Ella intentó tomar el pene con las manos para evitar que entrara todo en su boca, pero al final accedió.



Rodeó con mis manos mis nalgas y la guíe para que introdujera el dedo índice derecho en mi ano, mientras empecé a mover mi verga en su boca, primero hacia los lados y luego de frente hasta que sentí claro que toqué su campanilla porque dio un brinquito y pareció tener una arcada, pero siguió mamándomela.



Me siguió metiendo ahora dos dedos en el culo, mientras empecé a entrar y salir en su boca con todo mi pene hasta que ya no pude más y exploté. La primera descarga se le debe haber ido hondo porque intentó zafarse y tembló como en una arcadita.

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